Artículo del Ministro de Asuntos Exteriores Mevlüt Çavuşoğlu titulado “Las relaciones entre la UE y Turquía son tensas, pero tenemos un terreno común sobre el que podemos construir” publicado en “Político Europa”, 13 de julio de 2020
Artículo del Ministro de Asuntos Exteriores Mevlüt Çavuşoğlu titulado “Las relaciones entre la UE y Turquía son tensas, pero tenemos un terreno común sobre el que podemos construir” publicado en “Político Europa”, 13 de julio de 2020

Also available in the following languages: Portuguese, Spanish, Deutsche,

Como candidato a la adhesión a la Unión Europea (UE), Turquía comparte muchos de los intereses y objetivos estratégicos de la unión. Nuestras fronteras son las fronteras exteriores de Europa y aquellas de la OTAN y nosotros también queremos desarrollar la capacidad de resiliencia del Estado y de la sociedad.

Turquía soporta gran parte de la carga de separar los tramos occidentales de la masa terrestre euroasiática del volátil ecosistema que rodea a Europa. Nuestra presencia diplomática y de seguridad ha defendido a Europa durante generaciones. También en el futuro, Europa estará segura y próspera con las contribuciones de Turquía.

Pero esta no es solamente una tarea nuestra. Todos tenemos la responsabilidad histórica y moral de ayudar a estabilizar nuestro vecindario común y ponerlo en camino hacia la paz, la estabilidad y el desarrollo sostenibles.

Sin embargo, la fuerte retórica y las posiciones maximalistas de ciertos países miembros de la UE sobre cuestiones de mayor importancia estratégica están reduciendo el alcance de una cooperación significativa.

He aquí tres casos concretos:

En primer lugar, la situación en Libia. Ha pasado más de un año desde que el caudillo Khalifa Haftar y sus fuerzas lanzaron una ofensiva contra el Gobierno legítimo del país en Trípoli, reconocido por las Naciones Unidas. Dividida entre sí con diferentes países que apoyan a diferentes partes en el conflicto, la UE no consiguió una acción concertada basada en sus valores fundamentales.

Este caudillo, que está financiado por los Emiratos Árabes Unidos y apoyado por Egipto y Rusia, socava las perspectivas de paz y estabilidad duraderas. Mientras que las milicias golpistas y los mercenarios continúan siendo fuertemente reforzados, la Operación Irini de la UE en el Mediterráneo (que tiene el objetivo declarado de hacer cumplir el embargo de armas a Libia) está prácticamente sancionando al gobierno legítimo.

En el mes de enero, el Presidente de Turquía Recep Tayyip Erdoğan escribió en POLITICO que la situación en Libia serviría de prueba de fuego para la UE, una prueba que actualmente está fallando. Europa debe levantarse y gritar su indignación ante el espantoso descubrimiento de fosas comunes en Tarhuna que contienen los cuerpos de víctimas supuestamente asesinadas por las fuerzas de Haftar. Mientras tanto, el bloqueo de los recursos petrolíferos de Libia está privando al pueblo libio de un recurso crucial.

Dejar a Libia a merced de un caudillo fue, y sigue siendo, un grave error. La asistencia técnica y de capacitación de Turquía al Gobierno legítimo de Libia, a petición de éste, ha cambiado el equilibrio sobre el terreno y ha aumentado la viabilidad de los esfuerzos diplomáticos como la Conferencia de Berlín. Sin nuestra asistencia, Trípoli habría caído a una coalición golpista y se habría producido un gran desastre humanitario, con efectos indirectos sentidos ampliamente en Europa.

En lugar de ponerse del lado de Turquía, hemos visto a un tradicional aliado y socio europeo como Francia -quien apoya a Haftar- haciendo falsas afirmaciones sobre un incidente que involucró a su buque de guerra y a buques turcos en el Mediterráneo Oriental. Cuando estas afirmaciones no fueron verificadas por la OTAN, París se retiró de una importante operación de la alianza. Otros juzgarán si fue una buena decisión estratégica.

En segundo lugar, en lo que se refiere a Siria, nuestra presencia en la ciudad noroccidental de Idlib ha evitado una catástrofe humanitaria para unos tres millones y medio de personas secuestradas en un pequeño territorio y sometidas a la violencia del régimen sirio y de sus partidarios. Nuestra intervención ha detenido una masacre y la marcha de un millón de personas hacia la frontera más meridional de Europa.

Paralelamente a nuestros esfuerzos por revitalizar el proceso político, que sigue siendo la única forma viable de salir de esta crisis que dura ya desde un decenio, nos centramos en preparar las condiciones para facilitar el regreso de los refugiados sirios de manera segura y voluntaria.

Como el mayor país anfitrión de refugiados del mundo, hemos gastado más de cuarenta mil millones de dólares para atender las necesidades de tres millones seiscientos mil refugiados sirios en Turquía. No se puede esperar que tomemos más. Además, hemos proporcionado a 402.000 refugiados sirios la oportunidad de regresar a su tierra natal en zonas recuperadas por las tropas turcas de DAESH y de los terroristas del PKK/YPG.

En tercer lugar, Chipre y el Mediterráneo Oriental. En nuestra conferencia de prensa conjunta en Ankara el 6 de julio, Josep Borrell, Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, señaló que “el Mediterráneo Oriental es una región clave para Europa”. Bueno, también lo es para nosotros. Tenemos la costa más larga del Mediterráneo Oriental.

Las reclamaciones maximalistas y unilaterales de Grecia y los grecochipriotas violan los derechos soberanos tanto de Turquía como de los turcochipriotas. Son inaceptables. Una y otra vez, hemos expresado nuestra disposición a un diálogo para encontrar una solución justa, equitativa y pacífica. También lo han hecho los turcochipriotas. Lamentablemente, la respuesta ha sido la hostilidad hacia Turquía y la República Turca de Chipre del Norte. Esto no nos deja otra opción que continuar nuestras actividades de perforación y exploración en el Mediterráneo oriental para proteger nuestros intereses nacionales y la igualdad de derechos de los turcochipriotas.

Estos tres casos son sólo las últimas manifestaciones de una incipiente racha de abuso y distanciamiento de Turquía mediante políticas insostenibles. También hemos sido desilusionados en el proceso de adhesión a la Unión Europea y tras el intento fallido de golpe de Estado en 2016.

Ahora existe el potencial multiplicador negativo de la pandemia del coronavirus, que puede generar nuevas inestabilidades o exacerbar las ya existentes. No debemos ser absorbidos por la vorágine que nos está enfrentando. Europa necesita estrategias constructivas que den prioridad a las fórmulas de beneficio mutuo para Turquía, en lugar de medidas reactivas en aras de la solidaridad de la UE y las expectativas estrechas de unos pocos países.

Hay un indiscutible terreno común sobre el que podemos construir. A un nivel, iniciativas como la Conferencia sobre el Futuro de Europa y el proceso de reflexión en la OTAN son pasos hacia adelante útiles. Nos llevan en la dirección correcta para ayudarnos a adaptarnos a la cambiante perspectiva geoestratégica, respetándonos mutuamente como socios indispensables.

Así pues, miremos hacia adelante y construyamos un marco inclusivo para aprovechar el verdadero poder transformador de la cooperación entre Turquía y la UE en nuestro vecindario común. Esa sería la mentalidad correcta, especialmente en las aguas turbulentas de la era pos pandémica.